(Wall Street International Magazine | August 2020)
Tranlation:Mariana Zapata
By Willy Castellanos
The fascination that the image of a mirror awakens in photographers is easy to understand. It is a sort of spell that involves not only the mirror itself (or the element as such and the optical powers it possesses) but also its refractions that give rise to a complex vision of the world, revealing multiple interpretations to perception. The pirouettes and juggles that the external world is subjected to when reflected in the lens —the funnel of The Aleph—are as amazing or suggestive, to say the least, as the magic resurrection of the image emerging from the developing liquids in a traditional dark room. Objects—as if they were gymnasts—are forced upside down in this dark Reverse Kingdom[1] and complete spectacular pirouettes to finally settle down, following the rules of perspective, on photographic paper, a computer screen or any other digital means now available.
According to the critic Juan Antonio Molina “the mirror always connects us to a world hereafter that looks spatial and immediate at the start but turns metaphysical. The mirror restores the other in the belief that the other is oneself. While the mirror reveals the existence of a spatial world hereafter, photography reveals the existence of a temporal world hereafter.”[2] In any way, taking photographs from a mirror is a means to amplify (in a photographic tautological exercise at heart) the same contradictions that build not only the Noema of well-known paradoxes such as document/fiction, univocal reality/open interpretation, or credibility/deceit. These antinomies function as oxymorons in understanding the metaphors of the image and the singular relation of the image with time.
The book Urban Mirrors, by Sergio Castiglione, involves a playful exercise that embraces the mirror as the basis of the composition and mirror refractions as the means to rediscover the spirit of Buenos Aires from its most defining corners. Being an architect, Castiglione is well aware of the significance of architecture and architectural codes, not only in articulating a city plan but also in shaping the cultural legacy of a space that is being redefined every day. The reversed images of buildings in his photographs—refracted in puddles and still water on the streets—provide an unusual vision of the subject matter, a look that is part of the existing data in realistic records and, particularly, in the popular consciousness about dear Buenos Aires that so many artists have evoked either through music or other written or visual poetic means.
The book presents an interesting exercise of appropriation/return that stands out clearly from its editorial conception. If the printed image goes against the logic of construction and the direction of perception, there is a mirror in the last pages that aims at returning credibility by refraction to the realism of photography. Here the fallacy of photography—together with the fallacy of the photographer through his artistic project— fades away and provides a mask of objectivity, giving back to the audience the confidence lost in the illusion of the Renaissance window.
In the opinion of Jorge Luis Borges—Molina reveals in his long essay on the subject—both the mask and the mirror hide very particular associations with horror. “Sometimes (in my most dreadful nightmares)—admits the author of El Inmortal—I see myself reflected in a mirror, but I see my reflection wearing a mask.”[3] His incapacity to recognize himself in his “own self” caused Borges frequent nightmares. However, from Castiglione’s approach, the mirror and the mask are mere excuses to chart a chorus of the city involving emotional, historical or geographical elements. Showing largely the spirit or a nineteenth century “flaneur” inspired by Baudelaire, Urban Mirrors gives new value to wandering in the big city as a means to put together an alternative story in the records of big urban stories.
Following this line of thought, it is impossible to leave aside the involvement of contemporary art in psychogeography to give a new value to the emotional component of the city fabric and the vibrant environment. Although the vision of Castiglione is not exposed as a critical strategy to question the network of everyday matrixes and codes, his work can clearly be part of that search for an “emotional chart” that duly mentions Grace Bayala in one of the essays in the book. According to Bayala, “Buenos Aires expands in its reflections and a new city is created where it is impossible to distinguish if the image leads to the word or if it’s the verse itself that becomes lights. A city and a never-ending enigma. A city-book has been opened to the universe and shall never be closed” with wonder and emotion on its pages, the aware of Haiku poetry: “The street is climbing / and through the open window/ I wave good morning” as Mario Benedetti said in a severe 17-mora metric.
[1] El Reino del Revés is the title of a well-known children's song by the Argentinian poet, novelist and composer María Elena Walsh (1930 - 2011), which describes in an innocent tone, a world "upside down", in which both the relationships of the objects and the characters that inhabit it are exactly the opposite of fairy tales. As Nicolás Camargo Lescano pointed out in an article, with her creations, María Elena Walsh "intelligently and subtly revealed the true color and pain of reality that prevailed in the years” of the dictatorship. http://www.el1digital.com.ar/articulo/view/34627/ [2] Molina, Juan Antonio: La máscara y el espejo. Comentarios sobre la fotografía cubana después de la revolución; in Nosotros los más infieles. Comentarios críticos sobre arte cubano (1993-2005). Compilation and Edition: Andres Isaac Santana. CENDEAC Editores, Madrid 2008. [3] Ibid.
La ciudad, el espejo y otros ardides permitidos
(Sobre el libro Espejos Urbanos de Sergio Castiglione)
(Wall Street International Magazine, agosto de 2020)
Willy Castellanos
La fascinación que ejerce entre los fotógrafos la imagen especular es más que comprensible. Es una suerte de hechizo o sintonía empática que involucra no sólo al espejo (al artefacto como tal y sus poderes ópticos) sino también a sus refracciones, esas visiones o modos tan particulares de percibir el mundo y adentrarse en él. Las piruetas y malabares a los que somete la cámara al mundo exterior cuando este penetra por el lente –El Aleph-, son cuando menos, tan sugestivas como la mágica resurrección de la imagen en las aguas reveladoras del cuarto oscuro tradicional. Forzados a invertirse piernas arriba en este oscuro Reino del revés[1], los objetos deben completar -cual gimnastas- la pirueta especular para finalmente descansar acorde a los cánones de la perspectiva, en la emulsión de la película, sobre el papel fotográfico, o en la pantalla de la computadora en los soportes digitales que existen hoy día.
Según el crítico Juan Antonio Molina, “el espejo nos vincula siempre con un más allá que comienza siendo espacial e inmediato pero que termina siendo metafísico. El espejo nos devuelve al otro con la convicción de que el otro es uno mismo. Mientras el espejo indica la existencia de ese más allá espacial, la fotografía anuncia la existencia de un más allá temporal” [2]. De cualquier modo, fotografiar desde un espejo es amplificar (en una suerte de ejercicio tautológico intrínsecamente fotográfico) las mismas contradicciones que construyen no sólo el noema Barthiano de la fotografía sino el carisma y el aura de los productos de la Cámara lucida: a saber, las conocidas paradojas del tipo documento/ficción, realismo/reinterpretación, o credibilidad/engaño, antinomias que funcionan como Oxímoron en la comprensión de las metáforas de la imagen y su particular relación con el tiempo y el espacio.
El libro Espejos Urbanos de Sergio Castiglione, gira en torno a un ejercicio lúdico que incluye al espejo como base compositiva y a sus refracciones como modo de redescubrir el espíritu de Buenos Aires desde sus ambientes entrañables. Arquitecto de formación, Castiglione es consciente del valor de la arquitectura y de sus códigos no sólo en la articulación de la trama urbana, sino en la conformación del legado cultural de un espacio que se redefine día a día. Las imágenes invertidas de los edificios que retrata -nacidas de la refracción que ejercen los charcos y el agua acumulada en las calles- ofrecen una visión poco común del motivo, una mirada que se inserta en los archivos existentes del registro realista y en general, en el imaginario de esa Buenos Aires querida a la que tantos artistas han cantado desde la música y otras formas poéticas, ya sean visuales o escritas.
Hay un interesante ejercicio de apropiación/devolución presente en el libro, desde su concepto editorial. Si la imagen impresa transgrede la lógica constructiva y la dirección de la percepción, el espejo que se adjunta en las últimas páginas subsiguientes intenta devolverle por refracción, la credibilidad al discurso realista de la fotografía. Aquí la falacia de la fotografía –así como la falacia del fotógrafo a través de su proyecto artístico- se quita y pone al tiempo esa máscara de objetividad, reintegrándole al espectador la confianza perdida en la ilusión de la ventana renacentista.
Para Jorge Luis Borges –según comenta Molina en su extenso ensayo-, tanto la máscara como el espejo guardaron asociaciones muy particulares relacionadas con el terror. "A veces (estas son mis pesadillas más terribles) -confiesa el autor de El inmortal- me veo reflejado en un espejo, pero me veo reflejado con una máscara"[3]. La imposibilidad de autorreconocerse investido en "su propio yo”, le causaron a Borges no pocas pesadillas. Pero en el enfoque de Castiglione, tanto el espejo como la máscara son el pretexto y el ardid para trazar una lírica de la ciudad que involucre elementos tan emotivos como históricos o geográficos. Con mucho del espíritu del “Flaneur” decimonónico inspirado por Baudelaire, Espejos Urbanos revaloriza ese deambular sin rumbo por la gran urbe, como forma de articular un relato alterno en el archivo de las grandes narrativas de la ciudad.
Siguiendo esta línea, es imposible sustraerse de las búsquedas del arte contemporáneo en torno a una psicogeografía capaz de revalorizar el componente afectivo en el reconocimiento de la trama urbana y el entorno vital. Y si bien la visión de Castiglione no se impone como estrategia critica para cuestionar la red de matrices y códigos cotidianos, su trabajo puede insertarse en esa búsqueda de una "cartografía emocional" que oportunamente menciona Grace Bayala en uno de los ensayos que componen el libro. Según Bayala, "Buenos Aires se acrecienta en sus reflejos y crea una nueva ciudad donde es imposible distinguir si la imagen lleva a la palabra o si es el verso el que deviene en luz. Una metrópoli y un enigma constante. Una ciudad-libro que ya ha sido abierta al universo para no cerrarse jamás", y en cuyas páginas podría decirse, aparecen fotografiados cual protagonistas, el asombro y la emoción -el aware - de la poesía Haiku: “La calle asciende / por la ventana abierta / yo la saludo”, diría Mario Benedetti en una austera métrica de 17 moras.
[1] El Reino del Revés es el título de una conocida canción infantil de la poeta, novelista y compositora argentina María Elena Walsh (1930 – 2011), que describe en un tono inocente un mundo ¨patas arriba", en el que tanto las relaciones de los objetos que lo conforman como los personajes que lo habitan, son exactamente al revés de los cuentos de hadas. Como precisó en un artículo Nicolás Camargo Lescano, con sus creaciones Walsh "revelaba de forma inteligente y sutil, el verdadero color y dolor de la realidad que imperaba en los años de la dictadura.” http://www.el1digital.com.ar/articulo/view/34627/ [2] Molina, Juan Antonio: La máscara y el espejo. Comentarios sobre la fotografía cubana después de la revolución; en Nosotros los más infieles. Comentarios críticos sobre arte cubano (1993-2005). Compilación y edición: Andrés Isaac Santana. CENDEAC Editores, Madrid 2008. [3] Ibid.
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