(Art Nexus #96, May 2015)
“Sell your cleverness and buy bewilderment;
cleverness is mere opinion, bewilderment is intuition.”
Buddha
By Willy Castellanos-Simons
It is no coincidence that it was precisely in Mexico, a country with a deep documentary tradition in the field of photography, where Mario Algaze (Havana, 1947) steered his work—and thus his life—in a decisive new direction. It is also no accident that the Spanish word for Amazement, “Asombro”, comes from the Greek words “a” (without) and “umbrus” (shadow), a combination that means “to leave the shadows,” which also stands for “the base of knowledge” in ancient philosophy—in my opinion, the concept that best illustrates the imaginary of a Latin America framed by the dual condition of intruder and host, local and foreign; the condition of the diaspora.
But the truth is that in Mexico, Algaze photographs Manuel Álvarez-Bravo and Rufino Tamayo and, in 1974, begins a long periplus—a journey back—which will take him, camera in hand, across that untamed Hispanic America that expands from the south of the Rio Bravo to the imposing glaciers of Tierra del Fuego. “A Respect For Light: The Photography of Mario Algaze,” is an exhibition on display at the History Miami Museum under curatorship of Jorge Zaramillo. It consists of 150 black and white images taken during the last 20 years in 16 countries of the American continent, including his native Cuba where he lived until the age of 13, when his family decided to immigrate to the United States after the triumph of the 1959 revolution.
There are several clues that define the work of this author, but perhaps none as ubiquitous as the title of his latest book that, incidentally, is also the title of this exhibition. Determined to find commonalities that outline the spirit of an entire continent rather than solely the sociocultural landscape of a single country or era, Algaze photographs the cities and landscapes of Latin America through its light. During the early hours of the morning, he portrays the deserted streets with their lone pedestrians, but also interior spaces flooded with intimate scenes, (a) typical situations and characters that are movingly Latinos: he transforms the urban detail—whether architectural or human—into affective layers of information that allow to reconstruct an idea of the whole from the synthesis of its particular instants.
Some of his photographs achieve a rare poetic and introspective intensity that are rare in documentary records; others require the complicity and playfulness of the reader to reconstruct the meaning of a scene truncated, for instance, by the renaissance window of the photographic framing. In these cases, the photographer includes a mirror—a photograph within a photograph or baroque trompe l’oeil—that returns the sense and logic of the environment from a reinterpreted perspective.
Although Algaze considers De Chirico and his metaphysical light and shadow architectures an important influence in his work, there is also a narrative element that is similar to the spirit found in the works of photographers like André Kertész or Eugène Atget. His visual intelligence and creative sensibility represent a contemporary take on a seminal tradition of the photographic document whose peak and decline are encapsulated in the retrospective exhibition “The Family of Man” held at MoMA in 1955.
The peculiar re-enchantment introduced by Algaze in the Latin American landscape from last decades markedly distanced him not solely from the style of some of his contemporaries in the US—namely, authors like Lee Friedlander and Garry Winogrand with their critical views of their cities and of photography itself, during the 1960s and 1970s—but also from Latin American photographers who around the same time found very different visions in their countries and have contributed to the photography of the continent with the necessary nuances for an identity overtly re-presented in a “semiological guerilla against The Photographic Image of Underdevelopment.”
If Mario Algaze’s poetic does not feel superfluous it is because it truly celebrates the delirium of wonder and, to some degree, a childlike innocence. I am speaking of that conditioned ability to see the world “for the first time” or to find in the knowledge obtained from observation the prodigy of an image of mankind and his paths. The continent of his photographs is a self-portrait that manages to reconcile the links between the imagery latent in his childhood memories with an approach to travel as discovery or photography as a human and aesthetic experience. “I’m going to Latin America—Algaze would say—because there is where my affections are.” And with that he reestablishes the logic of a distorted and halfway written history as visual testimony and documentation of an imagined experience that is ultimately treasured in the classic celluloid films of his Hasselblad camera.
A Respect for Light: The Photography of Mario Algaze
November 14, 2014 – January 18, 2015
A Respect for Light: The Photography of Mario Algaze, curated by HistoryMiami deputy director Jorge Zamanillo, is the first retrospective exhibition featuring the work of renowned Cuban-American photographer Mario Algaze. The 4,000 s.f. exhibition features over 150 black and white images and coincides with the launch of Algaze’s book, A Respect for Light: The Latin American Photographs 1974-2008.
Mario Algaze o el asombro como poética del desarraigo
(Art Nexus #96, Mayo de 2015)
por Willy Castellanos-Simons
“Vende tu inteligencia y compra asombro:
la inteligencia es mera opinión, el asombro es intuición”
Buda
No es casual que fuera precisamente en México –país de una profunda tradición documental en la fotografía- donde Mario Algaze (La Habana, 1947) le imprimió un viraje decisivo a su obra y por ende, a su vida. Tampoco es accidental y si muy coincidente, que sea la palabra “asombro” –del griego “a” (sin) y “umbrus” (sombra), es decir, “salir de las sombras” o la base del conocimiento en la filosofía antigua— el concepto que mejor ilustre, a mi modo de ver, el imaginario de una Latinoamérica esbozada desde la doble condición de intruso y anfitrión, de oriundo y extranjero: la condición de la diáspora.
Pero lo cierto es que, en México, Algaze fotografía a Manuel Álvarez Bravo y a Rufino Tamayo e inicia en 1974, un largo periplo –una expedición de “regreso” -- que lo llevara cámara en mano, por esa América hispana e indómita que se extiende al sur del Rio Bravo hasta los glaciares imponentes de la Tierra del fuego. Así, Respeto por la luz: La fotografía de Mario Algaze, su exposición en el History Miami Museum, reúne bajo una curaduría de Jorge Zaramillo, las imágenes de estos últimos 20 anos a través de 150 tomas en blanco y negro registradas en 16 países del continente, incluyendo a su Cuba natal, lugar donde vivió hasta los 13 años cuando su familia decide emigrar a los Estados Unidos tras el triunfo de la revolución de 1959.
Hay varias claves que definen la obra de este autor, aunque tal vez ninguna tan omnipresente como aquella que da título a su último libro y de paso, a su exposición. Enfrascado en encontrar coincidencias que perfilen el espíritu de un continente más que el paisaje sociocultural de un país o una época, Algaze fotografía las ciudades y los paisajes de Latinoamérica a través de su luz. Retrata, en las primeras horas de la mañana, las calles desiertas con sus transeúntes solitarios, pero también, los espacios interiores inundados de escenas intimas, de situaciones (a)típicas y personajes entrañablemente latinos: convierte el detalle urbano –ya sea arquitectónico o humano-- en capas afectivas de información que permiten reconstruir una idea del todo desde la síntesis de sus instantes particulares.
Ciertas fotografías logran una intensidad poética e introspectiva poco común en los registros documentales; otras, precisan de la complicidad y de la lúdica del lector para recomponer el significado de una escena truncada por la ventana renacentista del encuadre fotográfico. En estos casos, el fotógrafo incluye un espejo –una foto dentro de la foto o un trompe d’œil barroco—que devuelve el sentido y la lógica del ambiente desde una perspectiva reinterpretada.
Aunque Algaze se confiesa deudor de De Chirico y sus arquitecturas metafísicas de luces y sombras, hay una línea histórica que lo lleva en el tiempo, al espíritu de un Andrés Kertesz o un Eugene Atget. Su inteligencia visual y sensibilidad creativa lo acercan desde lo contemporáneo, a una tradición seminal del documento fotográfico cuya cumbre y decadencia suelen situarse en la antológica exposición “La familia del Hombre”, celebrada en el MoMA en 1955.
El peculiar re-encantamiento que este fotógrafo introduce en el paisaje latinoamericano de las ultimas décadas lo aleja, en una medida precisa, no solo del estilo de algunos de sus contemporáneos en los Estados Unidos (me refiero a autores como Lee Friedlander o Garry Winogrand que asumieron en los 60’s y 70’s, visiones críticas de sus ciudades y de la propia fotografía) sino también de los fotógrafos latinoamericanos que por la misma época registraban visiones muy diferentes en sus países, aportando a la fotografía del continente los matices necesarios para una identidad re-presentada en abierta “guerrilla semiológica”(1) contra “La imagen fotográfica del subdesarrollo”(2) .
Si esta poética de Mario Algaze no tiene el sabor de lo superfluo, es porque contiene en una medida autentica, el delirio del asombro y de alguna manera, la ingenuidad de lo pueril. Me refiero a esa capacidad no condicionada de ver el mundo por “vez primera” o de encontrar en el conocimiento que confiere esa mirada, el prodigio de una imagen del hombre y sus caminos. El continente de sus fotografías es un autorretrato que logra conciliar los nexos entre el imaginario latente en sus recuerdos de infancia, con el viaje como descubrimiento o con la fotografía como experiencia humana y estética. “Me voy a Latinoamérica –diría Algaze --, porque ahí es donde habitan mis afectos”. Y con ello restablece la lógica de una historia truncada y escrita a medias, como testimonio y documentación grafica de un experiencia imaginada y atesorada finalmente, en las clásicas películas de celuloide de su cámara Hasselblad.
(1) El término fue utilizado por el crítico e investigador Juan Antonio Molina en una conferencia impartida en La Habana en 1993.
(2) Ver el ensayo La imagen fotográfica de subdesarrollo, por Edmundo Desnoes
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