Aluna Art Foundation

Sep 10, 2020

J.Tomás López: retratos en la retina del tiempo

(El Nuevo Herald, 7 de septiembre de 2017)

por Willy Castellanos-Simons

Cuando en 1888 George Eastman lanzó al mercado la primera cámara de rollos con el carismático eslogan que afirmaba “Usted aprieta el botón, nosotros hacemos el resto”, seguramente estaba muy lejos de imaginar que un poco más de medio siglo después, otro artefacto -el teléfono celular-, llevaría el consumo y la práctica de la fotografía a niveles de masividad por entonces impensables. Por su facilidad de manejo, la Kodak 100 Vista abrió las puertas del retrato al gran público aficionado, mientras el androide, su heredero en la era digital, impondría nuevos estereotipos en la fotografía despertando una fascinación narcisista por la auto-representación.

Del clásico “Zapping” del consumo televisivo al “Scroll-Down” inagotable de las páginas de Internet han pasado sólo unos años, que han bastado para multiplicar al infinito los rostros del hombre contemporáneo en las autopistas virtuales de la aldea global. La era del Photoshop y de los Selfies trae consigo sus filtros ilusorios y toda una cosmetología del carisma en el retrato que bien podría llevar a una completa reformulación de los valores históricos de ese conjunto de nociones que habitualmente señalamos como Lo fotogénico.

“Finn” | “Elizabeth” | “The Portrait Series”, 2012-1017

En el contexto de estas significativas transiciones mediáticas se comprende mejor la validez de ciertas indagaciones fotográficas que, de modo alternativo, rescatan el aura del retrato histórico en una suerte de nostalgia o de regreso a las imágenes fundacionales del género en el Siglo XIX. Este espíritu de cita, de apropiaciones de la visualidad histórica y de búsqueda retrospectiva realizada desde las eficaces tecnologías del presente, resulta clave para adentrarse en la exposición J. Tomás López: The Portrait Series, una interesante colección de retratos de que se exhibe actualmente en el Lowe Museum de Miami University con curaduría de Jill Deupi, la directora de la institución.

Los retratos de López interpelan al espectador desde esa singularidad que define a cada sujeto como un universo en sí mismo, pero también desde el desarrollo sostenido del tema convertido en serie. Hay un juego de escrutinios y curiosidades en la contemplación en cada obra que atrapa la sensibilidad del espectador invitándolo a develar la siguiente. Vistas en conjunto, las fotografías conforman un archivo puntual: el registro icónico de un colectivo de personas afines al autor cuyos retratos coinciden ahora en una “zona de nadie”, o en un espacio que no es el del fotógrafo ni el del sujeto que posa –ni tan siquiera el del espectador-, sino más bien el de la propia fotografía.

El icónico Richard Avedon percibió esta compleja relación de roles cuando revisó años después, los retratos que le dedicó a su padre: “La manera en que alguien que está siendo retratado se presenta ante la cámara y el efecto de la respuesta del fotógrafo con relación a esa presencia, es de lo que se trata un retrato (…). Lo que sea que haya pasado en ese momento fue importante para nosotros pero no para las fotografías. Lo que quedó retratado es autónomo y de alguna extraña manera, está libre de nosotros dos”.

“Chuck” | “Harvey” | “The Portrait Series”, 2012-1017

Armado con un lente que reproduce las imperfecciones y el astigmatismo de los objetivos del siglo XIX, Tomás López prescinde del detalle superfluo concentrando el realismo del foco en la mirada del sujeto que posa. La escasa profundidad focal del lente se encarga de borrar cuanto detalle se aleje de ese espacio mínimo y pueda disociar el poder hipnótico de la mirada. Los fondos se esfuman mientras el cabello y la ropa se disuelven en insinuaciones de formas que desaparecen progresivamente en el vacío. Las tonalidades ocres de las impresiones semejan los tonos sepias de la fotografía decimonónica, mientras los retratos introspectivos de Tomás López parecen compartir desde la era digital, el espíritu y el aura de aquellas placas históricas salidas de los estudios de Julia Margaret Cameron o del carismático Félix Nadar.

Según el semiólogo Roland Barthes, el retrato no puede significar sino es a través de la Máscara, entendida como un sistema de señales históricamente codificadas para descifrar la imagen del hombre desde su fisionomía y su cultura. Pero en The Portrait Series, este sistema queda reducido al mínimo. No hay fondos o escenografías que permitan vincular al sujeto con su contexto, ni títulos que certifiquen su profesión o procedencia como sucede en los retratos sociológicos de August Sander. Las obras aparecen sencillamente rotuladas con el nombre del retratado. De modo que la Máscara en estas imágenes, es una puerta abierta y una invitación a develar desde reconocimiento de la diversidad, el abanico de actitudes y emociones que conforman la naturaleza humana. Y no como un simple gesto de apropiación estética de la obra y sus significados, sino como ejercicio de auto-reconocimiento que resume la magia y la complicidad entre el espectador y la imagen de su semejante.

Tal vez de ahí provenga ese innegable poder de conmoción que tiene el retrato en la fotografía: la posibilidad de auto-reconocerse en el espejo de los otros y descubrir en un viaje introspectivo a la experiencia personal, aquello que nos resume, nos acerca o nos iguala al prójimo. Como dijera Octavio Paz: “Para que pueda ser, he de ser otro; salir de mí, buscarme entre los otros. Los otros que no son si yo no existo. Los otros que me dan plena existencia”.

“Adler” | “Ruth” | “The Portrait Series”, 2012-1017

J. Tomás López: The Portrait Series

Lowe Art Musem | University of Miami

Del 25 de mayo al 17 de septiembre de 2017

340
2